ARTES PLÁSTICAS
Fue uno de los
exponentes más importantes de las últimas décadas en las artes plásticas
argentinas. Un innovador, un rupturista, un artistas, al fin y al cabo, que no
dejó de desafiar todo lo convencional para irrumpir con lenguajes propios, y al
mismo tiempo, comprometido con una visión contestataria del país y del mundo.
Por eso, queremos recordar
a Luis Felipe Noé, el querido “Yuyo , a través de una semblanza con
algunos pasos claves de su trayectoria, que lo situaron hasta sus últimos instantes,
hace escasamente unos días, como un creador sin pausas.
Una prueba de esto
es que en octubre de 2024, en un reportaje al diario La Nación, había anunciado
como “un legado” la concreción de un proyecto que le demandó cuatro años y
medio de trabajo: la publicación de Asumir el caos. En la vida y el arte (El
cuenco de plata), un libro de más de 500 páginas que elevó la lista de los
que llevan su firma a casi una veintena. A abordar ese tema dedicó su obra –de
arte y escrita- y más de seis décadas de su vida.
Nacido en Buenos Aires
en 1933, ciudad donde vivió casi toda su existencia, si bien ingresó a la Facultad
de Derecho de la Universidad de Buenos Aires en 1951, abandonó esta carrera
para dedicarse al arte, formándose en el taller del maestro Horacio Butler
y continuando de manera autodidacta. Como tarea vinculada a lo que amaba, en
1955 comenzó a trabajar en el diario El Mundo, donde ejerció como crítico de
arte.
Entre 1961 y 1965
formó parte del grupo de la Nueva Figuración, integrado por Ernesto
Deira, Rómulo Macció y Jorge de la Vega. De este grupo se realizó en 1985
una segunda muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes –la primera fue
en 1963- en ocasión de la participación del grupo en la Sección Histórica de la
Bienal de San Pablo.
Así, en 2009 fue
el artista seleccionado para representar a la Argentina en la Bienal de
Venecia.
“Yuyo” realizó
más de 35 exposiciones individuales en Buenos Aires, Madrid, Nueva York, París,
Santiago de Chile, Lima, Bogotá, Guayaquil y Córdoba.
Entre las distinciones más importantes que
recibió figuran el Premio Nacional DiTella en 1963; Beca Guggenheim en dos
oportunidades 1965 y 1966; Premio de la Asociación Argentina de Críticos de
Arte en 1985 por su trayectoria artística; Gran Premio Fondo Nacional de las
Artes en 1997.
También se lo
distinguió con el Premio Konex de Brillante al Mejor Artista Visual de la
década en 2002; Premio Homenaje del Banco Central de la República Argentina en
2009; Premio a la Trayectoria de la Academia Nacional de Bellas Artes de Buenos
Aires en 2015 y el Premio a la trayectoria del Salón Nacional de Artes Visuales
en 2019.
“Todos los días son nuevas experiencias”
En 2006, Noé fue
declarado Ciudadano Ilustre por la Legislatura de la Ciudad de Buenos
Aires en 2006. Entre los libros que publicó, se destacan “Antiestética” en 1965/1966; “Una
sociedad colonial avanzada” en 1971; “Recontrapoder” en 1973 y “La
pintura desnuda” en 1995, entre otros.
Alguna vez dijo
que “todos los días uno tiene una nueva experiencia. Pero la acumulación de
experiencias hace que se destruyan entre ellas, y al final uno termina no
siendo un hombre de experiencia”, reflexionó entonces, con su humor
habitual, el hombre que integró el grupo Nueva Figuración; ganó
importantes premios realizó más de cien exposiciones y un vitral en el Hotel de
Inmigrantes; representó la Argentina en la Bienal de Venecia y creó el Bárbaro,
célebre bar que fue durante décadas un lugar icónico de la cultura porteña.
Siempre dijo que
una de las primeras experiencias que lo marcaron fue la biblioteca de su padre,
Julio. Autor de la Antología de la poesía argentina moderna, director de
la revista literaria Nosotros y secretario de la Asociación Amigos
del Arte, influyó mucho en su vocación.
En los libros descubrió lo que más le gustaba:
la imagen. “Yo quiero ser pintor. Y si no, seré dibujante. Y si no, seré
crítico de arte”, diría más tarde cuando frecuentaba las galerías de la
calle Florida, cercanas a su hogar, donde su familia lo llamaba “Yuyo” desde
pequeño.
Fue su padre
también quien le exigió cursar el bachillerato y estudiar una carrera, pese a
que él deseaba ingresar directamente en la escuela de artes. En la facultad de
Derecho de la Universidad de Buenos Aires conoció a Nora Murphy, con
quien se casó en 1957 y tuvo dos hijos: Paula, también artista, y Gaspar,
reconocido cineasta.
Su humor nunca dejó de estar presente. Allá por 1961 le dijo a su colega y amigo Jorge De la Vega “me doy por artista de vanguardia, pero en realidad estoy vendiendo chocolates. El mundo contemporáneo es de rupturas”.
En 2015, tres años después de la muerte de Nora, El Ateneo publicó Mi viaje/Cuaderno de Bitácora, dos tomos que juntos pesan cinco kilos. Uno compila su obra pictórica y el otro, testimonios y fotos de vida.
Dos años después
se inauguró la muestra Mirada prospectiva en el Bellas Artes, donde
había hecho una retrospectiva en el 95. La curadora fue Cecilia Ivanchevich,
que era colaboradora suya. Ella, junto con sus hijos y otras personas, lo
estimularon a crear la Fundación Luis Felipe Noé, que conserva y protege
su legado.
Foto de Yuyo Noé, Gaspar Noé y Pino Solanas en Galería Rubbers.
Crédito: Marcelo de Focatiis (para Data de Arte)
P.Q.
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