viernes, 21 de febrero de 2025

La obra de Raúl Conti en una muestra celebratoria del Museo de Bellas Artes

 


ARTES PLÁSTICAS






     El Museo Nacional de Bellas Artes inauguró, con la presencia del artista de 94 años, la muestra temporaria “Raúl Conti. Obras de Itatí y Nueva York”, que reúne en las salas del segundo piso una selección de pinturas y esculturas de dos períodos clave de su extensa producción.

     “Con este conjunto de pinturas, esculturas y fotografías intervenidas, el Museo Nacional de Bellas Artes celebra la trayectoria de Raúl Conti a partir de dos momentos significativos y menos transitados de su trayectoria, que, a la vez, son complementarios de su extensa producción: las pinturas de Itatí y las de Nueva York”, expresó el director del Bellas Artes, Andrés Duprat.

    En la inauguración –que contó con la presencia de la subsecretaria de Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura de la Nación, Liliana Barela; la directora artística del Bellas Artes, Mariana Marchesi; los investigadores del Museo y curadores de la muestra, Florencia Galesio y Pablo De Monte; entre otras personalidades de la cultura–, Conti se mostró impresionado al recorrer la exposición rodeado por familiares y amigos.

       Nacido en Morteros (Córdoba) en 1930, en su juventud el artista se instaló en la ciudad correntina de Itatí: “Era un lugar desconocido para mí –evocó Conti al hablar sobre sus primeras experiencias–, con los arrozales, las gavillas, con la gente cosechando con hoz: eran como cuadros de Van Gogh. Y ni hablar de las lagunas, esa agua mansa que reflejaba el río y todo el monte, los lapachos florecidos, las garzas blancas, las aves… Me enloquecía viendo todo eso”.

    Emocionado, el pintor recordó también que en esa época conoció a “una muchachita de pelo negro largo y blusita blanca, que más tarde sería mi esposa”, en referencia su compañera de vida, la poetisa Edith Fariña Conti, con quien tuvo cinco hijos.

      Luego de una serie de viajes por diversos países de Latinoamérica, donde estudió el arte precolombino en sus propias fuentes, a fines de la década del 70 Conti se estableció en Nueva York y residió allí durante cuatro décadas. Su experiencia en Estados Unidos es el foco del segundo núcleo de la exposición.

     Una de esas piezas de esta serie es el tríptico “Spanglish” (1981), ofrecido en donación por el artista para ingresar a la colección del Bellas Artes. “Es una obra grande que refleja el barrio donde vivía en Nueva York, que hasta hace poco se llamaba Hell's Kitchen (“La cocina del infierno”). Era un lugar complicado pero jamás tuvimos un problema”, contó.

     Para Marchesi, las obras de Itatí y Nueva Yorkson dos series muy contrastantes, en cuanto a su temática y en lo formal también, pero que a su vez son complementarias y que sintetizan muchos aspectos de su carrera”.

      Por su parte, Galesio destacó la versatilidad de Conti: “Un artista que ha experimentado con distintas técnicas y que ha traducido en su obra las vivencias de estos dos lugares tan diversos. En Itatí, donde de alguna manera empezó todo, su contacto con la naturaleza, la exuberancia del paisaje, la presencia de animales cuasi exóticos, y luego el contacto con la gran ciudad donde estaban sucediéndose grandes cambios”.


   En tanto, Barela señaló: “Es una alegría poder celebrar el talento, la excelencia y la generosidad de un hombre querible y admirable. Estoy conmovida por sus impresiones de un paisaje de Itatí que ya no es, que ya no está, y de esa otra Nueva York que tampoco es lo que era”.

      En la sala también se exhibe una serie de trabajos escultóricos de Conti, en los que prevalecen las referencias a temas e iconografías de las culturas originarias, presentes en toda la producción del artista, así como material documental sobre su vida y su obra.

     “Raúl Conti. Obras de Itatí y Nueva York” puede visitarse hasta el 30 de marzo de 2025 en las salas del segundo piso, de martes a viernes, de 11 a 19.30 (último ingreso), y los sábados y domingos, de 10 a 19.30.

Inauguró el Paseo de las Esculturas

    Además, el Museo Nacional de Bellas Artes abrió al público el Paseo de las Esculturas, un espacio al aire libre de 2000 metros cuadrados, recuperado y parquizado, gracias a un proyecto conjunto realizado por el Museo, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y Amigos del Bellas Artes.

     Se trata de un corredor ubicado entre el edificio principal del Bellas Artes, sobre la Avenida del Libertador, y el Pabellón de exposiciones temporarias y la sede de Amigos del Bellas Artes, en la Avenida Figueroa Alcorta.

      El Paseo de las Esculturas, abierto al público todos los días de 9 a 19,  está pensado como una extensión del Museo: una nueva sala de exposiciones al aire libre, donde se emplazaron esculturas de la colección permanente del Bellas Artes y del patrimonio de la Ciudad de Buenos Aires.

“La revitalización y puesta en valor del espacio entre los dos edificios, su parquización y la creación del jardín de esculturas nos permite extender parte de las actividades del Museo al aire libre, en un entorno bellísimo y natural”, afirma Andrés Duprat, director del Bellas Artes.
 
    De la colección del Bellas Artes, el Paseo de las Esculturas exhibe las piezas “Marejada” (1970), de Noemí Gerstein; “El deseo” (1955), de Líbero Badii; y “Juegos del viento” (2014), de Vechy Logioio, donada recientemente por la propia artista. Además, del patrimonio municipal pueden verse las esculturas “Heracles” (1909), del francés Antoine Bourdelle, y “El Inmigrante” (1936), del argentino Alberto Lagos.

       Estas obras se integran así al entorno urbano y se incorporan a la trama de esculturas emplazadas en la Plaza Rubén Darío, circundante a los edificios del Museo y de Amigos, que reúne piezas como “Hierroform”, de María Juana Heras Velasco; “Clamor de la fraternidad”, de Luis Arata; y “Serena”, de Silvio Giangrande –de la colección del Bellas Artes–; junto con “Hacia la luz”, de Julio Le Parc; “El centauro herido”, de Bourdelle; y ”Desarrollo espacial”, de Enio Iommi, entre otras.


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