jueves, 16 de octubre de 2025

Silvio Rodriguez, un elegido que despliega sus alas de colibrí en su reencuentro con el público argentino

 




MÚSICA

        Un viejo tema del español Ismael Serrano evoca a la amistad en un tema llamado “Canción para un viejo amigo”. De algún modo, cuando regresa a Buenos Aires un viejo amigo desde el arte, el afecto y hasta la devoción, siempre es una buena noticia.

        El cubano Silvio Rodriguez, uno de los puntales de la Nueva Trova de su país, hacía 7 años que no venía por estos pagos. Por estos días saldó su deuda, no solo en Argentina sino en una gira que abarcó otros países de Sudamérica, incluyendo entre otros a Chile y Uruguay.

       Y más allá de sus bien llevados 78 años, Silvio sigue conmoviendo con la palabra justa y la melodía perfecta, mientras su mensaje no solo hace escala en el amor en toda su concepción, sino también en la utopías y los sueños de una revolución por un mundo mejor. Raro, justo en épocas de exaltación orgullosa de la violencia y el odio desde muchos sectores.

         El último fin de semana, el Movistar Arena estuvo repleto, y allí, el trovador cubano ofreció sus dos primeros shows, y aún le queda pendiente el último, el próximo martes 21 de octubre.

     Raro destino el del autor de “Rabo de nube”, ocupar el mismo escenario que pocos días antes tuvo sabor a mitin bizarro donde justamente el rockstar que además es “presidente”  presentó un libro y “perpetró” una serie de canciones de rock y de hits populares que eran la antítesis de la inspiración artística y musical. 

    Con la excusa de un nuevo disco, llamado “Quiero saber”, del cual anticipó algunos temas, Silvio no dejó de cantar varios de sus clásicos, y pudo sortear las dificultades de una afonía inoportuna.

     Esta vez, extraño en los shows musicales de las últimas décadas, no hubo pantallas laterales ampliando la imagen. Era solo la austera presencia de los músicos en el escenario y su comunión con un público fiel, gratificado y agradecido por su entrega.

        Junto a él, una afiatada y excelente banda, que lo acompaña hace varios años, y que integran Niurka González en flautas (su pareja de vida), y la hija de ambos, Malva, en voces y ocasionalmente en piano,

        Silvio arrancó las veladas con palabras de José Martí: “Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre. Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno”.

     Después, vino la sucesión, a lo largo de dos horas, de canciones más o menos conocidas, pero que en seguidores de culto como son los del cubano, encontraban una repercusión inmediata.

     Así, desfilaron “Ala de colibrí”: “Hoy me propongo fundar un partido de sueños”, un clásico como “Sueño con serpientes”, “Virgen de Occidente”, “Viene la cosa”, “La bondad y su reverso”, y luego una de sus gemas más emblemáticas: “Pequeña serena diurna”, que hizo brotar emociones y  ovaciones: inoxidables versos como “Soy feliz, soy un hombre feliz y quiero que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad”.

       “Nuestro después”, fue una aproximación a su nueva producción, tras lo cual vinieron  “Casiopea”, un tema introspectivo. La “Tonada del albedrío” volvió a mostrar al Silvio más combativo, que citando a Ernesto “Che” Guevara cantó que “en el imperio mañoso nunca se debe confiar” y desató una ovación, con un significado especial sobre todo en estos días.

     Tras una breve pausa que se permitió tomarse, su amigo el poeta argentino Jorge Boccanera  recitó cinco textos en un interludio que dividió en dos la velada.

     A su vuelta, realizó un tributo a compañeros de generación musical al versionar “Creeme” de Vicente Feliú, “Te perdono”, de Noel Nicola; y el clásico de clásicos “Yolanda”, de su fallecido compañero de aventuras Pablo Milanés.

       El recuerdo a José Pepe Mujica también estuvo presente en el tema  “Más porvenir” que habla sobre la inutilidad de la venganza y el resentimiento, que  no fueron nunca el camino elegido por este referente latinoamericano: “Supe arrancarme clavos y seguir sonriente. No quise ser esclavo de una cuenta pendiente”.

        Hubo espacio para “Eva”, una hermosa canción de aires casi barrocos que es bandera del feminismo, y no faltaron  “La canción del elegido”, viejo tema dedicado al Che, a las que siguieron “Quién fuera” (“Quien fuera Lennon y McCartney” dice una de sus estrofas, en un guiño por su amor a The Beatles) y “Te amaré”, una de las más hermosas canciones de amor escritas.

         Silvio leyó después, el poema “Halt!” de Luis Rogelio Nogueras, escrito en Cracovia en 1979 y de enorme actualidad ante el genocidio que padece el pueblo palestino en Gaza. Fue la previa de un final con otras joyas de su trayectoria, como  “La era está pariendo un corazón” y “Ángel para un final”, y su casi himno-alegato de principios “El necio”: “Yo no sé lo que es el destino. Caminando fue lo que fui. Allá Dios que será divino. Yo me muero como viví”.

     Tras el saludo con el público de pie gritando “Silvio, Silvio”, el cubano volvió solo con su guitarra y ya con un hilo de voz regaló otros dos de sus temas más emblemáticos: “Historia de la silla” y “Rabo de nube”, canto de fe y esperanza que quedó sonando en la noche de Villa Crespo.

       Un concurrente, todavía hechizado por la emoción, señaló que fue “un auténtico acto de desagravio a la música, al buen gusto… y a los oídos de millones de argentinos”, y afirmó que “este podría bien ser una acto de exorcismo”. Queda aún una fecha más, que podrá traer alguna sorpresa o cambio en el repertorio, pero que marca que el lazo entre Silvio y el público argentino sigue siendo indestructible.

     La banda que acompaña a Silvio está integrada por:  Piano: Jorge Aragón y Frank Fernández (en Ángel ciego); Batería y percusión: Oliver Valdés; Vibráfono y congas: Emilio Vega; Contrabajo: Jorge Reyes; Tres: Maykel Elizarde; Guitarra: Rachid López; Flautas, clarinetes y coros: Niurka González; Violoncello: Alina Neira; Violines I: Javier Cantillo y Anabel Estévez; Violines II: Aylin Pino y Jenny Peña; Violas: Gretchen Labrada y Osvaldo E. Castro; Cellos: Roberto Carlos Ramírez y Carolina Rodríguez; Coros: Malva Rodríguez

 

 

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