MÚSICA
Un viejo tema
del español Ismael Serrano evoca a la amistad en un tema llamado “Canción para
un viejo amigo”. De algún modo, cuando regresa a Buenos Aires un viejo amigo
desde el arte, el afecto y hasta la devoción, siempre es una buena noticia.
El cubano
Silvio Rodriguez, uno de los puntales de la Nueva Trova de su país, hacía 7
años que no venía por estos pagos. Por estos días saldó su deuda, no solo en
Argentina sino en una gira que abarcó otros países de Sudamérica, incluyendo
entre otros a Chile y Uruguay.
Y más allá de
sus bien llevados 78 años, Silvio sigue conmoviendo con la palabra justa y la
melodía perfecta, mientras su mensaje no solo hace escala en el amor en toda su
concepción, sino también en la utopías y los sueños de una revolución por un
mundo mejor. Raro, justo en épocas de exaltación orgullosa de la violencia y el
odio desde muchos sectores.
El último fin
de semana, el Movistar Arena estuvo repleto, y allí, el trovador cubano ofreció
sus dos primeros shows, y aún le queda pendiente el último, el próximo martes
21 de octubre.
Raro destino el
del autor de “Rabo de nube”, ocupar el mismo escenario que pocos días antes
tuvo sabor a mitin bizarro donde justamente el rockstar que además es
“presidente” presentó un libro y
“perpetró” una serie de canciones de rock y de hits populares que eran la
antítesis de la inspiración artística y musical.
Con la excusa de un
nuevo disco, llamado “Quiero saber”, del cual anticipó algunos temas, Silvio no
dejó de cantar varios de sus clásicos, y pudo sortear las dificultades de una
afonía inoportuna.
Esta vez, extraño
en los shows musicales de las últimas décadas, no hubo pantallas laterales
ampliando la imagen. Era solo la austera presencia de los músicos en el
escenario y su comunión con un público fiel, gratificado y agradecido por su
entrega.
Junto a él,
una afiatada y excelente banda, que lo acompaña hace varios años, y que
integran Niurka González en flautas (su pareja de vida), y la hija de ambos,
Malva, en voces y ocasionalmente en piano,
Silvio arrancó
las veladas con palabras de José Martí: “Ser bueno es el único modo de ser
dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre. Pero, en lo común de la
naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno”.
Después, vino la sucesión, a lo largo de dos horas, de canciones más o menos conocidas, pero que en seguidores de culto como son los del cubano, encontraban una repercusión inmediata.
Así, desfilaron “Ala
de colibrí”: “Hoy me propongo fundar un partido de sueños”, un clásico como “Sueño
con serpientes”, “Virgen de Occidente”, “Viene la cosa”, “La bondad y su
reverso”, y luego una de sus gemas más emblemáticas: “Pequeña serena diurna”,
que hizo brotar emociones y ovaciones: inoxidables
versos como “Soy feliz, soy un hombre feliz y quiero que me perdonen por este
día los muertos de mi felicidad”.
“Nuestro
después”, fue una aproximación a su nueva producción, tras lo cual
vinieron “Casiopea”, un tema
introspectivo. La “Tonada del albedrío” volvió a mostrar al Silvio más
combativo, que citando a Ernesto “Che” Guevara cantó que “en el imperio mañoso
nunca se debe confiar” y desató una ovación, con un significado especial sobre
todo en estos días.
Tras una breve
pausa que se permitió tomarse, su amigo el poeta argentino Jorge Boccanera recitó cinco textos en un interludio que
dividió en dos la velada.
A su vuelta,
realizó un tributo a compañeros de generación musical al versionar “Creeme” de
Vicente Feliú, “Te perdono”, de Noel Nicola; y el clásico de clásicos
“Yolanda”, de su fallecido compañero de aventuras Pablo Milanés.
El recuerdo a
José Pepe Mujica también estuvo presente en el tema “Más porvenir” que habla sobre la inutilidad
de la venganza y el resentimiento, que no fueron nunca el camino elegido por este
referente latinoamericano: “Supe arrancarme clavos y seguir sonriente. No quise
ser esclavo de una cuenta pendiente”.
Hubo espacio para “Eva”, una hermosa canción de aires casi barrocos que es bandera del feminismo, y no faltaron “La canción del elegido”, viejo tema dedicado al Che, a las que siguieron “Quién fuera” (“Quien fuera Lennon y McCartney” dice una de sus estrofas, en un guiño por su amor a The Beatles) y “Te amaré”, una de las más hermosas canciones de amor escritas.
Silvio leyó
después, el poema “Halt!” de Luis Rogelio Nogueras, escrito en Cracovia en 1979
y de enorme actualidad ante el genocidio que padece el pueblo palestino en
Gaza. Fue la previa de un final con otras joyas de su trayectoria, como “La era está pariendo un corazón” y “Ángel
para un final”, y su casi himno-alegato de principios “El necio”: “Yo no sé lo
que es el destino. Caminando fue lo que fui. Allá Dios que será divino. Yo me
muero como viví”.
Un concurrente,
todavía hechizado por la emoción, señaló que fue “un auténtico acto de
desagravio a la música, al buen gusto… y a los oídos de millones de
argentinos”, y afirmó que “este podría bien ser una acto de exorcismo”. Queda
aún una fecha más, que podrá traer alguna sorpresa o cambio en el repertorio,
pero que marca que el lazo entre Silvio y el público argentino sigue siendo
indestructible.
La banda que acompaña a Silvio está integrada por: Piano: Jorge Aragón y Frank Fernández (en Ángel ciego); Batería y percusión: Oliver Valdés; Vibráfono y congas: Emilio Vega; Contrabajo: Jorge Reyes; Tres: Maykel Elizarde; Guitarra: Rachid López; Flautas, clarinetes y coros: Niurka González; Violoncello: Alina Neira; Violines I: Javier Cantillo y Anabel Estévez; Violines II: Aylin Pino y Jenny Peña; Violas: Gretchen Labrada y Osvaldo E. Castro; Cellos: Roberto Carlos Ramírez y Carolina Rodríguez; Coros: Malva Rodríguez
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